Otro día de madrugada. Estos días no podía dormir... Igual que el otro día, eran las 5 de la madrugada. Pensé en de nuevo entrenar mi fuerza, pero ahora en los brazos. Corrí a gran rapidez por toda la villa, ni los ANBU se dieron cuenta de que pase a su lado. Llegé a la gran roca de la otra vez, y allí me paré. De mi bolso agarré las pesas y me las coloqué en las muñecas. Los brazos se me cayeron; parecía un gorila. Subía y bajaba los brazos con fuerza, y vi como se me marcaban los tendones.
Después, empecé a pegar puñetazos al aire, lo que soponía un gran esfuerzo ya que los brazos se me caían poco a poco. Cada vez iba más rápido, pero de pronto se me cruzó un tendón y los brazos se me cayeron. Me senté apoyado en la roca, y me coloqué unas vendas al rededor de los brazos, apretando. Descansé media hora tras beber un gran trago de agua.
Ya repuesto, me levanté, y los brazos ya tenían más fuerzas. Me giré, y miré la roca. Empecé a dar puñetazos lentos a estar, y iban cayendo piedrecitas. Iba lento, pero después de 10 minutos mi velocidad aumentaba. En un momento salté, y pegé un puñetazo a la roca con un esfuerzo descomunal, ya que los brazos me pesaban más que antes. Dejé los brazos caer y los dejaba muertos, moviéndolos con el tronco golpeando repetidas veces las roca, alzando los puños a la hora de golpear.
Un poco cansado, me quité las pesas y las guardé. Pegé rápidos puñetazos a la roca, y estos apenas se veían por la velocidad. Las piedras salían depedidas por cada golpe. Al final, la piedra se agrietó, y concentré chakra en el puño en el último golpe, partiéndose entera la descomunal roca. Observé los puños, y los soplé. Los tenía reventados.
Cansado, me dirijí rápidamente a mi casa, con las pesas en la mochila. Ya tenía todo entrenado... ya faltaba el entrenamiento final, en el que entrenaría las dos cosas al máximo. Debía fomentar mi punto débil, o sería cuerpo a cuerpo una presa fácil.
Aunque las explosiones... tan poco son malas.